Thursday, June 08, 2006

Devolver al Remitente

No hace mucho, una mañana temprano, un hombre que llevaba una camisa amarilla y pantalones azules llamó a la puerta cerrada de la oficina de Correos de la calle Badaya. Nadie respondió. Llamó otra vez. Nadie respondió. Esperó. Miró a través del cristal para ver si había alguien dentro. Dio varias patadas en la parte inferior de la puerta con los lados de sus pies. Una trabajadora de Correos vino a la puerta y le habló a través del cristal. "Bien, bien. Déme un minuto". El hombre esperó mientras ella abría la cerradura de la puerta. La trabajadora postal también vestía una camisa amarilla y pantalones azules. "Bueno", dijo, "¿en qué puedo servirle?" El hombre le señaló un sobre. "¿Qué es esto?, preguntó.
La trabajadora de Correos cogió el sobre y lo miró. "Es una carta", dijo, y se la devolvió.
"Me la han devuelto", dijo el hombre. "Pagué 73 céntimos. Me la han devuelto." Se la entregó a la chica otra vez.
La trabajadora analizó el sobre. "No tiene dirección", dijo. "Una dirección es algo así como Calle Iradier 17."
"Sí, eso es una dirección", respondió el hombre, subiendo el tono de voz. Cogió la carta y la agitó en el aire. "Dice Biblioteca en el cruce de la calle Florida y la avenida de Irujo. ¿No tienen cerebro sus carteros?"
La trabajadora postal respondió, "Eso dígaselo al cartero. Ellos entregan el correo, lo cual no indica que tengan cerebro."
"Hay sólo una biblioteca en el cruce de la calle Florida y la avenida de Irujo".
La trabajadora dijo, "Una carta necesita una dirección. Eso no es una dirección".
El hombre entrecerró los ojos, "¿Por qué el cartero no pudo entregar la carta?"
La trabajadora de Correos respondió, "Usted mismo ha dicho que los carteros no tienen cerebro."
"Pero pagué 73 céntimos", dijo el hombre.
"No puedo hacer nada para ayudarle"
"¿Quién puede?"
"Tiene que ir a Gorbea"
"¿Gorbea?"
"La oficina de Correos del barrio Gorbea."
"Esta es una oficina de Correos. La oficina de Correos de mi calle", dijo el hombre subiendo el tono de voz otra vez.
La trabajadora le aseguró, "En Gorbea se ocuparán de usted."
"¿Dónde está la oficina de correos de Gorbea?"
"En el cruce de la Avenida de Irujo y la calle Roncal."
"Eso no es una dirección" dijo el hombre.
"Usted vaya allí. La encontrará", dijo la trabajadora postal.
"La biblioteca está justo en el cruce de la avenida Irujo y la calle Florida. ¿Qué tal si yo mismo entrego la carta allí?" preguntó el hombre.
"Podría hacerlo", dijo la trabajadora de Correos.
"¿Y qué pasa con mis 73 céntimos?"
"No puedo ayudarle con eso. De todas formas, ¿qué hay en esa carta?"
"Una queja sobre el servicio"
"Es cosa suya, muy bien" dijo la trabajadora postal y abrió una puerta interior. "Que tenga un buen día, señor," añadió, y desapareció dentro.
El hombre miró su carta, salió y empezó a caminar. Cruzó la avenida Irujo, subió las escaleras de la entrada de la biblioteca y empujó el tirador de la puerta. La puerta estaba cerrada. Llamó. Esperó. Nada ocurrió. Bajó la mitad de los peldaños de la escalera y se sentó a esperar.

3 comments:

Anonymous said...

No hay derecho!!!...
Hoy no podre dormir!!!...
Cual es el destino fatidico de aquel pobre hombre que se queda solitario, meditabundo, cabisbajo, con cara de poema... [["!"]]
"Bajó la mitad de los peldanios de la escalera y se sentó a esperar... A ESPERAR QUEEE? ...quizas que pase su peor enemigo, para que lo ayude a encontrar los 73 centimos que seguramente el cartero por descuido perdio? ...
Lo dicho esta noche yo no duermo, pensando en el hombre bajo la mitad de los peldanios de la escalera, el cartero descerebrado,y los 73 centimos que pueden venir siempre bien para el bote de las birras y los pinchos de media maniana...mmmm ...que icooo, jolin, me suenan las tripitas de solo pensar en ello ((Q!Q))
Yo ... esta noche no duermo hasta solucionar el ENIGMA!!!

muxus Aritzo, gracias por alegrarme el dia, no dejes de escribir, okis?...jajaja
(Desnudate)

Anonymous said...

Lo normal hubiera sido que estuviera alterado por el enfado. Pero la espera en aquel suelo frío le había anestesiado el ánimo. Solamente una idea monopolizaba su mente: como ciudadano que cumplía sus obligaciones dejándose la piel en un trabajo esclavo tenía todo el derecho a quejarse si estaba rodeado de incompetentes.

Contaba con tiempo, ya solucionaría más tarde sus otros asuntos pendientes. La clave de este mundo era organizarse. Ordenar una lista de objetivos mentales e ir tachándolos a medida que quedaban listos. Repasó las tareas del día: devolver la carta de despido que había recibido equivocadamente de su jefe, reclamar en el banco esos números rojos que le habían notificado sin duda por algún fallo de sus bases de datos y entrevistarse con el abogado de su mujer porque esa petición de divorcio era otro error de tantos. Por suerte no tendría que escribir los dichosos remitentes.

Con convencimiento volvió a insistirle a la puerta y ésta cedió. Pero la biblioteca estaba vacía de personas. Únicamente la habitaban estanterías repletas de libros que se mofaban cómodamente de él con sus palabras, imprecisiones gráficas de la limitación humana. Más acción eficaz era lo que necesitaba esta vida! Y en esos volúmenes estaba contenida una lacra a erradicar. Lanzó su mechero encendido y bajó las escaleras entre la literaria humareda. Ya se ocuparía luego de la Oficina de Correos y de terminar de una vez por todas con su inminente difusión de erratas. La corrección bien valía sus 73 céntimos.

La dirección no se responsabiliza de las opiniones reflejadas en este relato, gracias XD.
Siempre un placer seguirte, bihotza ;P.
Muxus!

LAY.

Anonymous said...

Y yo me pregunto ¿por qué cuando un relato produce tal sensación de abandono se tiende a sacar algo cómico de todo ello? Será el reír por no llorar... Pero, bien pensado, hasta una simple carta es totalmente capaz de hacernos sentir increíblemente desamparados (¿simple? bueno, en sus momentos fueron portadoras incluso de declaraciones de guerra).
Pero bueno dejo de decir sandeces... y apoyo la moción de que te desnudes (¡ya leches!).